Parecen fantasmas, pasan a nuestros lados, puedes sentir sus pisadas, hueles su  aliento, ves sus huellas, la selva escucha sus gritos. Pero son invisibles. No los vemos o no los queremos ver.

Seiko, un joven del Congo, se preguntaba ¿Dónde están nuestros hermanos?  ¿Dónde están nuestras hermanas? Nadie nos escucha, nadie nos ve. Somos los  invisibles.

Por más de 500 años Panamá ha sido zona de tránsito. Tránsito de oro, de humanos, de poder, de ambición, de esperanzas. Conquistadores, piratas, corsarios, pueblos indígenas quienes han estado convergiendo con sueños, anhelos, pasiones algunos con propósitos loables y otros con deseos enfermizos de ambición y poder para destruir.

Si tan solo pudiéramos tener la capacidad de escuchar la voz de la selva de Darién; escucharíamos historias de tragedia, de amor, de supervivencia… La jungla te contaría memorias peligrosas que la selva quisiera que nunca se hubieran vivido en este misterioso y enigmático lugar. Pero aunque nos parezca lejana esta historia, esta realidad se vive hoy en el Darién, parece un deja vu. Hoy con otros rostros, con otras voces, pero sigue siendo la historia de los invisibles.

Miles de humanos caminan, suben valles, nadan los ríos y mares. Y mientras  lees esta historia ellos siguen  transitando en el Darién; sus cuerpos casi moribundos, sus lágrimas se pierden con la fuerte lluvia, su voz se ahoga con el rugir del puma, sus rostros son cubiertos por lo frondoso de la selva, el rugir de su estómago se desvanece con las voces de los animales salvajes; con un solo deseo, el deseo de  una vida plena para ellos, para sus hijos e hijas.

El tapón de Darién, espesa y peligrosa zona selvática de 266 kilómetros compartida por Panamá y Colombia, ruta de migrantes, narcotraficantes, madereros ilegales y de poblaciones indígenas. Allí, se entrecruzan los rastros de los pies de migrantes que  vienen de distintas regiones de América,  África y Asia; luchando con un solo  objetivo llegar Estados Unidos. Pero en esta travesía angustiaste se encuentran burlados y engañados por personas que le cobran diciéndoles que les pueden guiar por el tapón de Darién y los dejan tirados a su suerte por Cabo Tiburón. Rostros de niños, jóvenes, ancianos, mujeres, de hombres, huyendo de la guerra, del hambre, niños que quieren reunirse con sus padres porque emigraron de Sur América a Estados Unidos. Mientras caminan en la inhóspita selva, piensan ya falta poco para libertad y eso le da fuerzas para continuar.

 

Pero cuanda pasan por el río Turquesa hacen silencio, en reverencia a los  cientos de personas que han muerto.

Pregúntale al río, él ha sido protagonista y testigo mudo de este fatídico último momento: la muerte.[1] Darién, Darién por ti han pasado miles de migrantes, pero para muchos parecen 0. Llamemos a juicio al año 2015, 2016, 2017,2018, 2019. ¿ Cuántos han sido? ¿ Cuántos? Y aunque se escucha un rumor que son 81 mil, la realidad es que son muchos más los invisibles que pasan por el Darién.

En estos días, mientras lloraba amargamente por esta tragedia, escuche la voz de una niña, estaba con su papá y  sus dos hermanitas; la doctora llegó, intentó salvarle la vida al papá. Una hora dándole RCP, el papá no sobrevivió. Y en medio del silencio,  todos mirando a los niños, uno de 13, otro de 10 y el menor de 3. Las niñas de 13 y 10 gritaban en Francés Jesús, Jesús.[2]Y mientras ,por primera vez, ví a los invisibles. Me quedé pasmada, el grito de estas niñas era desgarradora. Y yo me pregunté ¿ Dónde está Jesús? ¿ Dónde está? Cuando una vez más en el grito de las niñas me pude ver reflejada. Jesús  está, pero su iglesia ¿donde está?. Los invisibles son visibles para Jesús, ¿pero para ti? ¿Para mí? quizás siguen siendo invisibles.

 

 

[1] https://impresa.prensa.com/panorama/Ruta-Darien-cobrado-vida-migrantes_0_5328967097.html

[2] Basada en hechos reales, pero por razones de seguridad del médico no se pueden revelar nombres, ni el país.

 

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